18 mayo, 2024

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LA MARCHA OPOSITORA DEL 18F

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Por  El Pingüino

 La marcha del 18 F fue una operación política muy bien planeada y ejecutada. La enarbolaron los fiscales federales enfrentados con la Procuradora General Alejandra Gils Carbó, le dieron cámara los grandes medios de comunicación enfrentados con el gobierno nacional y el experimentado líder gremial de los judiciales, Julio Piumato, dio el apoyo logístico indispensable para garantizar una marcha ordenada.

El lunes posterior al hallazgo del cadáver de Nisman, hubo un intento de cacerolazo pero fracasó estruendosamente. Los organizadores de la marcha esperaron el tiempo necesario para que la población predispuesta a marchar en contra de la presidenta de la nación tuviera los motivos suficientes como para salir en masa a la calle. Si bien la muerte “dudosa” del fiscal especial del caso AMIA era un motivo de por sí suficiente para garantizar la masividad de la marcha a un mes del lamentable hecho, hacía falta algo más que movilizara las “masas”.

Para desgracia del gobierno nacional ese algo más se produjo. En primer lugar, la increíble ineficiencia demostrada por quienes tienen a su cargo la investigación de la muerte de Nisman. No se necesita ser un experto en criminalística ni en investigaciones judiciales para percatarse de que desde un principio el caso Nisman está envuelto en una nebulosa inexpugnable. Desde el mismo domingo 18 de enero a la noche comenzaron a expandirse como reguero de pólvora rumores y más rumores que no hicieron más que infundir temor y zozobra a la población. A partir de entonces interrogantes básicos aún no tienen la respuesta adecuada. Por ejemplo, ¿qué hacía el secretario de Seguridad de la nación, Sergio Berni, en el departamento de Nisman antes de que arribara al lugar la fiscal del caso, Viviana Fein? Por ejemplo, ¿por qué no se detuvo desde un principio a Lagomarsino si fue el último que vio con vida a Nisman y, por si ello no hubiera resultado suficiente, le entregó el arma con el que supuestamente se habría quitado la vida? Por ejemplo, ¿por qué Nissan estuvo solo en su departamento durante tantas horas justo cuando ese lunes iba a protagonizar en el Congreso el hecho más trascendente de su vida? Por ejemplo, ¿por qué la fiscal Fein le teme tanto a hacer referencia a un probable crimen del fiscal Nisman? ¿Por qué quiso tomarse vacaciones y a las horas se desdijo? Por ejemplo, ¿por qué aparecen extraños testigos a un mes del hallazgo del cadáver de Nisman?

 

Estas preguntas-y muchas otras, seguramente-repiquetean sobre la cabeza de la mayoría de los argentinos desde hace un mes. Al no haber respuestas por parte de quienes están a cargo de la investigación, es lógico que cunda la desorientación y el temor. Al pasar un mes y no haber ninguna pista cierta, la población teme, y con razón, que este caso quede impune. Y hace memoria. Se acuerda de la voladura de la embajada de Israel, el ataque a la AMIA, la voladura de Río Tercero, el “accidente” de Menem Junior, el asesinato de Cabezas, el suicidio de Alfredo Yabrán, el “accidente” de Lourdes Di Natale, entre otros “hechos extraños”, y se desespera al pensar que el caso Nisman podría engrosar esta larga y tenebrosa lista. Para colmo, la población no cree en nadie ligado a la investigación. Quizá ni siquiera confíe en los informes forenses. Es por ello que la viuda de Nisman, la jueza Arroyo Salgado, quiere que la investigación reciba ayuda desde el exterior. ¡Ni ella confía en la Justicia! Mientras tanto, la propia presidenta de la nación, desde que apareció muerto Nisman, no hizo más que embarrar la cancha. Con cartas contradictorias, el no haber dado las condolencias de rigor a la familia de Nisman y una estrategia televisiva errónea, sólo consiguió exacerbar los ánimos.

La frutilla del postre consistió en la desafortunada distinción presidencial entre “nosotros somos la alegría” mientras que “ellos”, por los asistentes a la marcha del silencio, “son la tristeza”. Dejemos a “ellos”, sentenció, la tristeza, el silencio. Semejante actitud de Cristina no hizo más que potenciar la marcha del 18F. Ello explica en buena medida la masividad de la marcha, fundamentalmente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, reducto históricamente adverso al peronismo y en los últimos tiempos al kirchnerismo. El temor y el desasosiego provocados por la errática marcha de la investigación, por un  lado, y la decisión presidencial de redoblar la apuesta frente al desafío que implicaba para su autoridad la marcha del silencio, por el otro, conformaron un cóctel explosivo que estalló en la lluviosa tarde del miércoles 18 de febrero.

Creo no equivocarme si expreso que la inmensa mayoría de quienes marcharon por la Avenida de Mayo lo hicieron por los motivos reseñados precedentemente. Consciente o inconscientemente, esa marea humana fue utilizada políticamente por los fiscales federales enfrentados con Gils Carbó, como Plee, Sáenz, Marijuán, Moldes, Stornelli y Campagnoli, quienes jamás hubieran imaginado que en algún momento de sus vidas serían protagonistas de semejante acontecimiento político. Si bien los precandidatos presidenciales de la oposición pasaron inadvertidos, el sólo hecho de haber sido fotografiados en la marcha les dio un rédito político considerable.

 Si realmente la muerte política de Nisman formó parte de un siniestro plan pergeñado para desestabilizar a la presidenta, cabe reconocer que sus autores intelectuales dieron en la tecla. Porque hasta el 14 de enero, día en que Nisman lanzó la furibunda denuncia, todo andaba relativamente bien para los intereses políticos del gobierno nacional. El deceso del fiscal cayó como una bomba neutrónica sobre Cristina y sus efectos recién están saliendo a la luz. De cómo actúe de aquí en más la presidenta dependerá que esos efectos terminen por hundirla o logre sortear este difícil escenario para arribar a las elecciones presidenciales de octubre en las mejores condiciones posibles.