21 mayo, 2024

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EL ACUERDO UCR-PRO

K

Por El Pingüino

 La Convención Nacional de la Unión Cívica Radical, reunida este fin de semana en la ciudad entrerriana de Gualeguaychú, aprobó por amplia mayoría la postura de Ernesto Sanz de aliarse con el macrismo para las próximas elecciones presidenciales. Sanz fue consagrado precandidato presidencial radical y competirá en las PASO con Mauricio Macri y la jefa de la coalición cívica, Elisa Carrió.

El cónclave de los boinas blancas fue tenso y áspero, fruto de las posturas antagónicas. Sanz fue el gran ganador de la contienda. Siempre batalló por un acuerdo a nivel nacional con la fuerza política que lidera Macri porque entiende que es la única forma de presentar en los próximos comicios una gran fuerza política nacional no peronista (o antiperonista, como usted prefiera) capaz de vencer al peronismo.

 

Razón no le falta. Hoy por hoy, el radicalismo es incapaz de competir seriamente por la presidencia de la nación. Pese a contar con una aceitada estructura desparramada a lo largo y ancho del país, el partido fundado por Alem carece de una figura convocante como lo fue, por ejemplo, Raúl Alfonsín. El propio Sanz, Julio Cobos y Gerardo Morales, los dirigentes con más prensa a nivel nacional, son incapaces de mover el amperímetro. El más “popular” es Cobos y según lo manifiestan todas las encuestas a duras penas llega al 10% de intención de voto. Por eso su candidatura presidencial naufragó en Entre Ríos. La postura de Cobos y Alfonsín perdió estrepitosamente, al igual que la de Morales. Alfonsín era partidario de mantener la alianza con el socialismo y los socios menores del extinto FA-Unen, mientras que el jujeño estaba convencido de que lo mejor para el radicalismo era aliarse con Sergio Massa. Parece mentira que nadie haya apostado por la tradición histórica de la UCR: participar con candidatos propios y sin aliarse con nadie.

 

¿A qué se debe esta incapacidad? La historia reciente del radicalismo brinda la respuesta. Aún está viva en la memoria colectiva de los argentinos la experiencia de Fernando de la Rúa. Su huida de la Rosada en helicóptero marcó a fuego a la sociedad argentina y al propio radicalismo. Tal fue así que en las elecciones presidenciales de 2003 la UCR fue con candidato propio, Leopoldo Moreau, e hizo la peor elección de su historia: no llegó al 3% de los votos. ¡3 %!. Pensar que en 1983 Alfonsín había obtenido el 52%. ¡50 puntos de diferencia! El golpe que recibió la UCR en 2001 lo dejó en coma durante varios años. Recién en 2011 se atrevió nuevamente a presentar candidato presidencial propio  con pretensiones de victoria. La jugada fue ingenua: los popes radicales creyeron que el hijo de Alfonsín, muy parecido físicamente a su padre y con un igual timbre de voz, tocaría las fibras más íntimas de los radicales y de un buen sector “independiente” de la sociedad. El 10% que sacó exime de mayores comentarios. El radicalismo había perdido el apoyo de sus votantes históricos.

 

Durante la época kirchnerista, el radicalismo adoptó una rígida postura anti K. Algunos se diferenciaron, como Leopoldo Moreau. Pero algunos que militaron al lado suyo en los ochenta, como Storani y Caputo, se plegaron al antikirchnerismo furioso que fue el que triunfó en Entre Ríos. Seguramente Sanz y los suyos están convencidos de que, de ganar Macri, ejercerán una suerte de cogobierno a partir de 2016. Creo que yerran groseramente. Dado el marcado tinte híper-presidencialista de nuestro régimen político, de ganar Macri en octubre seguramente ejercerá el poder de manera tan centralizada como lo hizo Cristina. Se repetiría el mismo escenario que en Santa Fe desde que el socialismo se alzó con la gobernación en 2007: el socialismo al poder, el radicalismo como furgón de cola. Ahora sería: Macri al poder, el radicalismo como furgón de cola. Lo que está haciendo Macri es utilizar en beneficio propio la estructura nacional que posee el radicalismo y de la que carece el macrismo. Aún si después de las PASO Macri aceptara tener como vice a Sanz, éste no sería más que una figura decorativa.

 

De lo que no hay dudas es que se acaba de conformar a nivel nacional una importante fuerza política de oposición marcadamente antiperonista. Creo que le hace bien a nuestra joven democracia que el peronismo se vea jaqueado electoralmente por una fuerza política de distinto color político. Con esta flamante coalición está en condiciones de emerger en el país un marcado bipartidismo conformado por una fuerza de centro-derecha y otra de centro-izquierda (el propio gobierno nacional), tal como lo soñaba Néstor Kirchner. El más perjudicado por este nuevo escenario es Sergio Massa, quien rápidamente deberá abandonar su ambiguo mensaje y adoptar otro mucho más definido, mucho más marcadamente anti K. El problema que se le presenta es que competirá en este terreno con el propio Macri, quien le lleva una buena ventaja en la intención de voto. El otro favorecido por el nuevo escenario es el gobierno nacional. A Cristina le conviene esta polarización porque podrá desplegar la estrategia que más le gusta: pelear con su adversario preferido, Mauricio Macri. De esa forma, podrá aspirar, de no conseguir sus delfines (Scioli o Randazo) ganar en octubre, a liderar desde alguna banca la oposición K al nuevo presidente, especulando con un eventual mal gobierno para retornar de manera triunfal en 2019.