Por El Pingüino
En menos de dos meses estaremos eligiendo al sucesor de Cristina Kirchner. La campaña electoral comenzó hace casi un año cuando los principales candidatos a la presidencia, Scioli, Macri y Massa, se lanzaron de lleno a la competencia. Durante este año se han sucedido una serie de primarias y elecciones en varias provincias, debido al cálculo político que hicieron sus gobernadores. En consecuencia, desde que terminó el verano se han sucedido una serie de elecciones que no han hecho más que saturar al electorado. No debe extrañar, pues, que reine la más absoluta apatía. Para colmo, los candidatos mencionados no entusiasman a nadie, no conmueven, no emocionan.
Scioli se presenta como el continuador del modelo kirchnerista. Jura y perjura que es su único garante. El problema que se le presenta es que Cristina no confía en él. Nunca lo hizo. ¿Por qué, entonces, bendijo su candidatura obligando a Randazzo a bajarse de la contienda? Por una sencilla y contundente razón: dentro del firmamento kirchnerista es el único capaz de garantizar la continuidad del kirchnerismo en el poder. A la presidenta le hubiera encantado que en lugar de Scioli estuviera alguien de La Cámpora, pero los números indican que una candidatura de, por ejemplo, Larroque, hubiera significado el fin del kirchnerismo. Scioli tampoco hace demasiado por apaciguar los ánimos. En las últimas horas circuló una foto donde se lo ve a un adláter suyo, Marangoni, en la casa de De Mendiguren sonriendo junto a Laura Alonso, una declarada enemiga de Cristina. Resulta por demás evidente que Marangoni jamás hubiera ido a esa reunión sin el visto bueno del gobernador bonaerense. Esas actitudes de Scioli molestan sobremanera a la presidenta y no hacen más que alimentar su desconfianza.
El más serio competidor de Scioli es Mauricio Macri, fiel representante del establishment. El lord mayor de la CABA se presenta como un desarrollista y como el máximo garante del cambio. Pretende hacer creer a la opinión pública que alrededor del 60% del electorado no quiere saber más nada con el kirchnerismo. Temeroso de dar a conocer sus reales intenciones en materia económica (la aplicación del ajuste perpetuo) basa su campaña electoral en una serie de denuncias de corrupción en contra de miembros del gobierno nacional. Además, cada vez que su fuerza política perdió una elección a lo largo de este año enarboló la bandera del fraude electoral. Así piensa esmerilar a la presidenta de la nación y, por elevación, a Daniel Scioli. Sin embargo, en las últimas horas el kirchnerismo le hizo beber de su propia medicina al denunciar a Fernando Niembro por supuestos favoritismos del gobierno macrista hacia su empresa. Aparentemente esta denuncia habría afectado su intención de voto.
El tercero en discordia es Sergio Massa. Luego de su rimbombante victoria en 2013 se transformó en la esperanza blanca del establishment. Todas las encuestas lo ubicaron en la pole position y durante más de un año se mantuvo firme en ese lugar. Su soberbia terminó por jugarle en contra. Incapaz de enhebrar un gran acuerdo opositor con Macri, decidió cortarle solo y hoy está en un lejano tercer puesto. Sin embargo, en los últimos días habría crecido un poco en perjuicio de Macri. El único beneficiado es, obviamente, Scioli. A pesar de ello, es el único candidato presidencial que se atreve a decir claramente qué piensa hacer, por ejemplo, en materia de seguridad, si llega a la Rosada. Prometió convocar a las fuerzas armadas para que asuman la responsabilidad de luchar contra el narcotráfico, pese a que por ley no pueden intervenir en asuntos internos.
El próximo 4 de octubre habrá un debate entre todos los candidatos a presidente en la Facultad de Derecho de la UBA. Será una buena oportunidad para que todos digan claramente cuál será su respectivo plan de gobierno, qué instrumentos tienen a mano para solucionar los problemas que aquejan a la sociedad. El pueblo está cansado de tanta denuncia, de tanto agravio personal, de tanto alarido. Exige que los candidatos no subestimen su coeficiente intelectual, que no se limiten a criticar sino que aporten soluciones. Los argentinos estamos hartos de las superficialidades, de las banalidades, de los improperios. Ojalá que de aquí al 25 de octubre Scioli, Macri y Massa, sepan estar a la altura de las circunstancias.
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