25 abril, 2024

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SEMANA ESPECIAL

KPor El Pingüino

La semana que pasó fue especial porque se produjeron dos hechos relevantes: por un lado, la conmemoración del cuadragésimo aniversario del derrocamiento de “Isabel”; por el otro, la visita de Obama.

El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas derrocaron y secuestraron a María Estela Martínez de Perón, quien se había hecho cargo de la presidencia tras el fallecimiento de Perón el 1 de julio de 1974. Ese mismo día el Poder Ejecutivo quedó en manos de una Junta Militar integrada por el general Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti. Ese triunvirato, con el apoyo de los altos mandos, designó presidente de la nación a Videla, un militar con fama de honesto y profesional. El golpe fue recibido con alivio por la sociedad, golpeada por la guerra civil que estaba destrozando al país y que era protagonizada por los montoneros y el ERP, por un lado, y el poder sindical ortodoxo y la AAA, por el otro. Este es un hecho poco reconocido pero que no admite duda alguna: lo que sucedió el 24 de marzo de 1976 contó con el apoyo pasivo de la inmensa mayoría de los argentinos, la denominada “mayoría silenciosa”. También contó con el beneplácito del poder económico concentrado, del establishment mediático, de la cúpula de la Iglesia y de los Estados Unidos, en ese momento bajo la presidencia del republicano Gerald Ford. La flamante dictadura militar también contó con el apoyo del peronismo, el radicalismo, el socialismo, la democracia progresista e incluso el partido comunista. Hace cuarenta años no se produjo, pues, una invasión de alienígenas que, disfrazados de militares argentinos, tomaron el poder a sangre y fuego. Muy por el contrario, las Fuerzas Armadas como institución protagonizaron el derrocamiento de “Isabel” y no necesitaron disparar un solo tiro. Fue quizá el golpe más anunciado de la historia y el más esperado por la sociedad.

Las Fuerzas Armadas y la élite civil que las apoyó tuvieron dos objetivos básicos: el primero, instaurar un nuevo sistema económico de raíz financiera en reemplazo del anterior sistema económico de raíz industrialista. Para ello era fundamental domesticar a la sociedad y, fundamentalmente, a la clase trabajadora y sus líderes gremiales de base. Para ello se valieron del terrorismo de estado, método clandestino de represión que incluyó el secuestro, la tortura, los vuelos de la muerte y las tumbas clandestinas. Para legitimar ese accionar en las sombras los militares se valieron de la “amenaza de la subversión”, personificada en los montoneros y los erpianos que a esa altura habían dejado de constituir una amenaza militar para la Argentina. Sin embargo, con posterioridad al 24 de marzo ambos grupos guerrilleros continuaron con esporádicos pero demoledores golpes que no hicieron más que justificar el terrorismo estatal. El otro objetivo era regenerar a la sociedad, curarla del “virus” de la demagogia y el populismo. Para ello era esencial reconstruir el tradicional sistema de partidos, lo que en la práctica implicaba el descabezamiento de las históricas cúpulas del peronismo y el radicalismo, fundamentalmente.

La rememoración del cuadragésimo aniversario del golpe cívico-militar de 1976 fue quizá el de mayor convocatoria. Según algunas imágenes que aparecieron en Facebook se pudieron ver colmadas a la Plaza de Mayo y a la avenida del mismo nombre hasta la 9 de Julio. Algo verdaderamente imponente. El día anterior había arribado al país el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Esta visita fue histórica por dos motivos: en primer lugar, Obama aterrizó en el país luego de haber estrechado su diestra al presidente cubano, Raúl Castro, en un hecho sin precedentes en la historia diplomática de la república imperial. En segundo lugar, el último encuentro bilateral entre un presidente argentino y un presidente estadounidense en el país se había producido hace casi dos décadas, más precisamente en 1997 cuando Carlos Menem recibió a Bill Clinton. Durante su estadía en la Argentina Obama se sintió como en su casa. Prueba de la flamante “amistad” entre Macri y Obama la dio la Plaza de Mayo donde flamearon juntas banderas de ambos países. El 23 ambos presidentes dieron una conferencia de prensa conjunta y durante la tarde Obama dialogó con jóvenes. Por la noche fue el invitado de honor en la cena que le brindó Macri. Al día siguiente Macri y Obama rindieron un homenaje a los desaparecidos y al mediodía el norteamericano viajó rumbo a Bariloche donde paseó por el Nahuel Huapi. Por la noche partió rumbo a Estados Unidos. Atrás habían quedado cuarenta y ocho horas muy intensas que supieron a gloria para el presidente argentino. Era el espaldarazo que necesitaba, confía Macri, para recibir la vital ayuda financiera externa para poner en marcha su plan de gobierno. Sin embargo, conviene que el flamante gobierno no se entusiasme demasiado. Estados Unidos es la gran potencia del mundo y dentro de su enfoque geoestratégico Argentina es apenas un peón. Es probable que a la larga aterricen algunos dólares pero luego de que Macri haya dado al norte innumerables pruebas de amor. El acuerdo con los buitres es apenas la primera prueba. Vendrán, qué duda cabe, muchas otras más adelante.