26 abril, 2024

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SHOW HOLLYWOODENSE (Por El Pingüino)

Finalmente el Senado dio luz verde a los allanamientos más anunciados de la historia argentina. No bien la votación arrojó una aprobación por unanimidad, el juez Claudio Bonadio, cuyo nombre figuraba en la célebre servilleta del inteligente Carlos Corach, ordenó los allanamientos al mejor estilo hollywoodense. En Recoleta, el departamento de la ex presidente fue literalmente rodeado por una guardia pretoriana como si en su interior estuviera guarecido el mismísimo Alfonso Capone. Mientras tanto, los canales de cable dieron lugar a una virtual cadena nacional, transformando los allanamientos en el único tema televisivo.

 

Todo el mundo era consciente de la farsa, salvo los incrédulos que nunca que faltan que creyeron que por fin se iba a encontrar la plata robada por la “yegua”. Era imposible que los pesquisas encontraran algo de importancia para la investigación cuando se sabía con mucha anticipación lo que sucedería. Todo fue una puesta en escena con algunos condimentos muy peligrosos, como la prohibición al abogado defensor de Cristina, el doctor Carlos Beraldi, de estar presente en el allanamiento del departamento porteño. Fue uno más de los tantos “exabruptos judiciales” a los que nos tiene acostumbrados el doctor Bonadio.

 

Luego de trece horas de “intensa labor” los uniformados se retiraron del lugar. Todo había vuelto a la normalidad. ¿Normalidad? Todo lo que está sucediendo en derredor de la ex presidente roza lo patológico. Es tal la obsesión del establishment y el monopolio mediático por ver a Cristina en la cárcel, que no duda en bendecir tropelías como la comentada con tal de saciar su sed de venganza. El orden conservador sigue sin perdonarle a la ex presidente el haber gobernado sin rendirle pleitesía. He aquí el motivo fundamental de su resentimiento e inquina hacia su figura, y no los supuestos actos de corrupción en las que estaría involucrada. La hipocresía que sobrevuela el ambiente es gigantesca ya que si realmente a los grandes medios de comunicación y al establishment los guiara un genuino apego a la justicia, desde que estalló el escándalo de los Panamá Papers deberían haber exigido una profunda investigación judicial, aunque ello hubiera implicado la renuncia de Mauricio Macri.

 

Pero este no es el caso. Muy por el contrario, lo que persiguen no es afianzar el estado de derecho sino vengarse de una presidente que los enfrentó. Diferente es el caso, me parece, del propio Macri. No creo que el presidente, como  muchos piensan, desee verla a Cristina tras las rejas. Por el contrario, lo que pretende es que mantenga su protagonismo, que continúe dando pelea, que hable, como fue obligada a hacerlo luego del estallido del escándalo de los cuadernos Gloria. El presidente quiere que Cristina sea la única contrincante el año que viene, pero bien magullada y, si es posible, humillada. Por ahora su táctica no le está dando buenos resultados ya que, tal como lo informa el columnista Fernando Laborda en La Nación del 24 de junio, la imagen positiva de la ex presidente subió, de acuerdo al último estudio de Poliarquía, 2 puntos a nivel nacional y 7 puntos en el conurbano bonaerense.

 

Resulta por demás evidente que Macri bendijo esta fenomenal operación política no sólo para esmerilar a su enemiga preferida, sino también para distraer a la opinión pública de los graves problemas económicos que la aquejan. En las últimas horas se supo que la actividad económica se desplomó 6,7 por ciento en junio, la caída más brusca en los últimos nueve meses. Ello garantiza una recesión bastante prolongada. Mientras que el dólar superó hoy (viernes 24) la barrera de los 31$, llegando algunos bancos a venderlo en 31,40$. Un récord histórico que, lamentablemente, muy pronto será superado.