28 marzo, 2024

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La fascinante y dramática historia argentina Lo que nos pasó a partir del 25 de mayo de 1810 Por El Pingüino

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La Junta Grande en acción

 

El 18 de diciembre de 1810 comenzó a ejercer sus funciones la Junta Grande, en reemplazo de la Primera Junta. El cambio político fue significativo porque a partir de esa fecha estaban representados todos los pueblos. Mientras tanto, la revolución se expandía con éxito por todo el territorio del Virreinato. El 7 de noviembre las fuerzas militares comandadas por Balcarce derrotaron a las fuerzas realistas en Suipacha, lo que provocó el automático alineamiento del Alto Perú con la causa de Mayo. Aplicando el más radical jacobinismo los jefes realistas Córdoba, Nieto y Sanz fueron ejecutados. Chile, que al comienzo se había mostrado indeciso finalmente optó por rendirse ante la realidad, optando por la instalación de una Junta al mando del gobernador, el anciano conde de la Conquista. Inmediatamente comenzó a entablar sólidas relaciones con Buenos Aires que incluyó la propuesta de conformar una Confederación. Cuando expiraba 1810 el gobierno argentino le propuso al chileno un tratado en virtud del cual Buenos Aires quedaba obligado a exigir en futuro tratados con Inglaterra la independencia del país trasandino. Este panorama, tanto en el plano interno como en el externo, explica el optimismo reinante en la Junta Grande. En los meses venideros la realidad le demostró que su ilusión había sido excesiva.

 

Belgrano fue derrotado en Paraguay mientras el general Elío regresó a Montevideo portando el título de Virrey del Río de la Plata. Envalentonado, decidió bloquear el puerto de Buenos Aires en franco desafío a la autoridad de la Junta Grande. El 2 de marzo de 1811 la escuadrilla naval, de reciente creación, fue derrotada en San Nicolás. Una semana más tarde Belgrano fracasó en Tacuarí. Lamentablemente, estos hechos no hicieron más que alimentar las rencillas internas del gobierno criollo. Los morenistas, si bien habían sufrido un duro golpe el 18 de diciembre, seguían ejerciendo cierta influencia en la calle. Además, en el seno del gobierno criollo seis de sus miembros eran de sus filas, mereciendo ser destacados Vieytes, quien asumió en reemplazo de Moreno, y Nicolás Rodríguez Peña, quien sustituyó a Alberti. Por último, todavía contaban con el poyo de un sector del poder militar, el regimiento América liderado por French. A pesar de ello su escasa organización no le permitía hacerse escuchar como era su pretensión. Se vieron en la imperiosa necesidad de recurrir a otros métodos de agitación política, como el café, lo que les permitió granjearse la simpatía de  jóvenes ideológicamente comprometidos con la causa revolucionaria. Apelaron, pues, a la militancia juvenil, al entusiasmo y el deseo de cambio del sector más joven e instruido de la sociedad. No fue casual el surgimiento de un club donde ejercía fuerte predicamento Julián Álvarez, secundado nada más y nada menos que por Vieytes y Rodríguez Peña. Es fácil imaginar el enojo de Saavedra con este grupo opositor. También lo es la sorpresa de los morenistas al percatarse de que el apoyo a Saavedra se mantenía incólume. Sumidos en la impotencia lanzaron un manotazo de ahogado: dijeron que Saavedra había entrado en negociaciones con la infanta Carlota para entregar el Virreinato a España. A ello hay que agregar la escasa eficiencia en su funcionamiento de la Junta Grande. El alto número de miembros atentaba, qué duda cabe, contra lo que más se necesitaba: un gobierno ágil y decidido en la toma de decisiones. El ambiente político no era, por ende, el mejor.

 

 

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El intento de golpe de estado de abril de 1811

 

Fue entonces cuando se produjeron los hechos del 5 y 6 de abril de 1811. Los morenistas consideraron que era el momento propicio para actuar creyendo erróneamente que la posición de Saavedra era débil. Su acción provocó una dura reacción de los saavedristas. Germinó en los cuarteles e intentó conquistar el corazón de los sectores humildes, proclives a apoyar al Presidente. Ya en aquel entonces las masas populares seguían a quien consideraban era el jefe, el que tenía la sartén por el mango, el que era capaz de poner orden, de controlar a quienes, como los asistentes al Club de Marco, pretendían sembrar el caos y la anarquía. La grieta se manifestaba, pues, en su máximo esplendor. En esta vereda estaban los morenistas, el sector jacobino e ilustrado de la sociedad. En la de enfrente, estaban los saavedristas, el sector moderado y popular de la sociedad. Era una grieta política y de clase. La asonada de abril de 1811 ¿significó entonces un conflicto entre clases sociales? Floria y García Belsunce se inclinan por la negativa ya que parten del hecho de que el movimiento popular era dirigido por oficiales que pertenecían a la misma clase social de los morenistas y por miembros de la Iglesia. Se trató, pues, de un conflicto entre dos élites, una carente de apoyo popular y la otra con adhesión del pueblo.

 

El intento de golpe de Estado de los morenitas fracasó antes de empezar. Las fuerzas saavedristas, bajo el mando de Grigera y Campana, se congregaron en los corrales de Miserere y se dirigieron hacia la Plaza Mayor exigiendo la apertura del Cabildo. En la reunión entre el Cabildo y la Junta los morenistas Vieytes y Rodríguez Peña acusaron a un impertérrito Saavedra de no haber hecho nada por impedir el avance del movimiento. Más tarde Rodríguez, Balcarce y otros comandantes le ordenaron a la Junta que permitiera que el Cabildo se reuniera por separado mientras las tropas leales ocupaban la plaza. Quedaba en evidencia quiénes ejercían de verdad la conducción del movimiento. En la madrugada del 6 de abril el Cabildo informó a la Junta lo que pretendían los amotinados (los saavedristas): nada más y nada menos que la destitución de Larrea, Azcuénaga, Rodríguez Peña y Vieytes, y la elección popular de los vocales de la Junta. Al aceptar el petitorio la Junta aniquiló la intentona golpista propiciada por los morenistas.

 

A partir de entonces el saavedrismo hizo tronar el escarmiento. Los vocales destituidos fueron enviados a provincias del interior en compañía de Gervasio Posadas, French, Berutti y otros. Se constituyó un Tribunal de Vigilancia que legitimó la persecución política. El gobierno estaba dispuesto a culpara otros de los errores cometidos. Ello explica su feroz decisión de someter a proceso militar a Belgrano por haber sido derrotado en Paraguay. El saavedrismo se había transformado en lo que más odiaba: un gobierno jacobino. Si bien aplastó al morenismo no fue capaz de reinventarse y, para colmo, no hizo más que ahondar la grieta que se había gestado el mismísimo 25 de mayo de 1810. La sociedad de Buenos Aires quedó dividida en dos bandos irreconciliables (los morenistas miraban con desprecio a los diputados del interior). Para empeorar la situación, el ejército se politizó provocando un severo perjuicio a su valor más importante: la disciplina. Las tropas situadas en el Alto Perú, influenciadas por la propaganda morenista, creyeron que el objetivo último de Saavedra no era otro que el de facilitar el ingreso al Virreinato de la infanta Carlota. Mientras tanto, Balcarce renunció al mando militar y el saavedrista Viamonte no supo qué hacer. No fue casual, entonces, que tiempo después el ejército fuera arrasado en Huaqui.

 

 

Bibliografía básica

 

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